Parábola del que construye la torre

Esta parábola de “El que construye la torre” aparece sólo en el evangelio de san Lucas:

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”. (Lc 14, 28-30)

 
Jesús nos advierte que calculemos el coste de seguirlo, porque seguir a Jesús de una forma personal y responsable no es un simple acompañarle, sino algo más profundo que requiere un claro conocimiento y una voluntad  decidida y generosa.

Para ello nos pone el ejemplo de un hombre que construye una torre y nos dice que no podemos seguirlo de forma arbitraria y sin haber sopesado los pros y contras, porque requiere de un gran esfuerzo para poder conseguirlo y puede que empecemos y no estemos preparados para terminar.

No pensemos que lo que nos indica es que seamos pasivos y no nos lancemos a la aventura de seguirlo, ¡no! Lo que nos está diciendo es que seguirle en la construcción del Reino de Dios es una tarea tan importante, que nadie puede decir me lanzo, sin antes reflexionar que es lo que vamos a hacer y saber las fuerzas con las que contamos.

Al estudiar las fuerzas con las que contamos, nos hemos dado cuenta de nuestra propia debilidad y estamos desconcertados, no tenemos fuerzas para seguirle. Pero en verdad sí que las tenemos, porque tenemos a Jesús de nuestro lado, y si él nos pide que carguemos con nuestras propias cruces y le sigamos, podemos estar absolutamente seguros de que él hará el trabajo pesado por nosotros, porque ya ha llevado nuestra cruz, con todo nuestro pecado, culpa y vergüenza, todo el camino hasta el Calvario.

Es verdad que Jesús se dirigió a las multitudes, que no habló únicamente a un pequeño grupo de discípulos. Hablaba para todos y les invitaba a  seguirle, sin excluir a nadie, pero siempre lo hacía con exigencia, sin temor de que le abandonen ante sus condiciones.

Debemos meditar esta cuestión en nuestra Iglesia, porque nos gusta ver a muchos niños en las catequesis y a muchos jóvenes en nuestras celebraciones, nos gusta tener la agenda llena de bodas, primeras comuniones y bautizos. Y como añoramos que sean multitudes, tenemos la tentación de dar excesivas facilidades, sin exigencia. Pero Jesús nos dice que ese no es el camino, no basta con aceptar a muchos novios para casarse por la Iglesia sin darles una formación prematrimonial en condiciones y sin valorar si realmente son cristianos, no basta con bautizar a muchos niños si no exigimos que los padrinos luego les puedan educar cristianamente, no basta con preparar a niños para sus primeras comuniones si no hay un compromiso de los padres para traerlos después a Misa. Seguir a Jesús es más difícil y más  exigente, es otra cosa. Si de verdad queremos ser discípulos de Jesús, tenemos que ser consecuentes y aceptar sus  condiciones.

El mundo está tan confuso porque las  cosas se hacen a medias, la verdad se dice a medias, las personas son buenas a medias. Ser cristiano no se puede ser a medias.

Seguir a Cristo cuesta. Sabemos que la vida cristiana no es fácil, el precio para alcanzar el éxito del seguimiento de Cristo puede parecer excesivamente caro, pero hay muchos dispuestos al sacrificio porque consideran que la recompensa vale la pena.

Seguir a Cristo no es fácil, demanda un compromiso radical por nuestra parte, pero siempre encontramos la gracia divina que nos fortalece y el Espíritu Santo que nos guía y sostiene.

Si nos comprometemos y seguimos a Jesús, no será un camino fácil, habrá muchos dones, pero también habrá muchas dificultades. El regalo es que Jesús promete estar siempre a nuestro lado. Él caminará con nosotros, nos fortalecerá, nos consolará y nos dará su paz.

Por tanto, no dudemos en librar esa buena batalla, porque en Cristo siempre seremos victoriosos!!

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