Parábola del prestamista y los deudores

Esta parábola de “El prestamista y los deudores” aparece sólo en el evangelio de san Lucas:

«Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le mostrará más amor?». Respondió Simón y dijo: «Supongo que aquel a quien le perdonó más». Y él le dijo: «Has juzgado rectamente». (Lc 7, 41-43)

 
Esta parábola se sitúa en medio del relato en el que Jesús va a comer a casa de un fariseo y una pecadora le lava los pies con perfume y se los seca con su cabello. El fariseo piensa que si Jesús supiese quién es la pecadora no le dejaría acercarse a él, ya que para los judíos era impensable que un pecador, una persona impura, les tocase.

Jesús quiere explicarle al fariseo el proceder de la pecadora y su actitud con ella, y para eso utiliza esta parábola. A la magnitud de la deuda perdonada, los numerosos pecados cometidos por esta mujer, y de la gracia concedida por Dios, le corresponde la medida del afecto y gratitud del perdonado, sus lágrimas y la humillación de besarle los pies son muestra de su vergüenza, arrepentimiento y gran amor que sentía la pecadora.

Es decir, lo que ha sucedido es que la mujer ya arrepentida, convertida y en gracia con Dios, y sabedora de que Dios le ha perdonado sus numerosos pecados, se acerca a Jesús llorando de agradecimiento y para demostrarle su amor, le lava los pies con perfume y se los seca con sus cabellos.

La teoría de que hay que mantener alejados a los pecadores, o peor aún apartarlos de nosotros, revela los límites de nuestra fe. ¿No se nos ha pasado por la cabeza que los pecadores son personas humanas como nosotros, que pueden mejorar y que, tomados uno a uno, valen más que los noventa y nueve justos?.

Decimos «Es un ex drogadicto, un ex presidiario, es una mujer de mala vida…». ¿Acaso nosotros no somos también pecadores? ¿Y acaso también nosotros, tras haber pecado, con lágrimas en nuestros ojos no hemos pedido el perdón y esperado la misericordia de Dios? ¿Tal vez es que existen pecadores de primera, de segunda, de tercera,…?.

El amor de Jesús a los pecadores, es porque el pecado es el único y verdadero mal para los hombres, porque los separa de Dios y, como consecuencia, pierden la posibilidad de salvación. Su amor por los pecadores no es pura simpatía, sino que es amor para salvarlos, para curar su alma.

Todos los pecados, aún los más graves, pueden ser perdonados si el pecador se convierte, se arrepiente y pide perdón por ellos. La misericordia de Dios es infinita.

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