Parábola del hombre fuerte

Esta parábola de “El hombre fuerte” aparece en los tres evangelios sinópticos, de san Mateo, san Marcos y san Lucas:

¿Cómo podrá uno entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse su ajuar, si no ata primero al fuerte? (Mt 12, 29)

Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. (Mc 3, 27)

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín. (Lc 11, 21-22)

 
Jesús realiza un signo: cura un endemoniado ciego y mudo, y esto produce la admiración de la gente que empieza a intuir su identidad mesiánica. Pero los fariseos intentan apagar la fe nacida en el pueblo y dan su propia interpretación: realiza la curación con un poder que le ha dado el jefe de los demonios, Beelzebul.

A esto, Jesús les responde en primer lugar, que no tiene sentido decir que Satanás le capacita para expulsar a Satanás, porque esto sería luchar contra sí mismo; y en segundo lugar él actúa capacitado por el Espíritu de Dios y por ello él es “el más fuerte” y está venciendo a uno que es “fuerte” pero no tanto como él: a Satanás.

Satanás tiene una serie de posesiones que custodia fuertemente, estas, según el Antiguo Testamento, son las enfermedades y posesiones diabólicas como consecuencia del pecado (Gn 3, 16-17; Sb 2,24). Pero los exorcismos que realiza Jesús demuestran que él es “más fuerte”.

Satanás es aquel que introduce el mal en la tierra, insinúa la sospecha, intenta incluso hacer que Dios sospeche del hombre (Job), de su gratuidad. Satanás es aquel que introduce la discordia entre los hombres, en las familias, en los grupos. Satanás es el que induce a la desconfianza reciproca y a la envidia.

Jesús realiza el proyecto de Dios y destruye el reino de Satanás, que se opone al proyecto de Dios.

Expulsar los demonios es hacer la obra contraria que Satanás. En vez de la animosidad es sembrar comprensión, en vez de la envidia es el altruismo, en vez de violencia es la paz, en vez de egoísmo es la apertura.

Allí donde hay discordias, amarguras, maldades, maledicencias, está Satanás, en cambio, allí donde encontramos caminos de aceptación, de benevolencia, de respeto, de estima reciproca, de comprensión, es Cristo quien actúa.

“¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que allí donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría. ¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto ser consolado como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque dando es como se recibe; olvidando, como se encuentra; perdonando, como se es perdonado; muriendo, como se resucita a la vida eterna.” (San Francisco de Asís)

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