Parábola del administrador astuto

Esta parábola de “El administrador astuto” aparece sólo en el evangelio de san Lucas:

Decía también a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”. El administrador se puso a decir para sí: “¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”. Este respondió: “Cien barriles de aceite”. Él le dijo: “Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”. Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. Él dijo: “Cien fanegas de trigo”. Le dice: “Toma tu recibo y escribe ochenta”. Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.

Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.  El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero». (Lc 16, 1-13)

 
El relato de esta parábola es desconcertante, porque presenta a un administrador infiel al que el dueño, ante las acusaciones que le están llegando contra él, le pide que le rinda cuentas y le anuncia que ya no podrá seguir en el cargo. El administrador reflexiona lo que va a hacer al perder su trabajo, y como no quiere ganarse la vida con un trabajo físico y tampoco está decidido a mendigar, decide aprovecharse de su cargo de administrador beneficiando a algunos acreedores de su señor para que cuando sea destituido, ellos le reciban en sus casas.

Lo sorprendente es que su señor lo alaba porque ha actuado sagazmente, inteligentemente. Elogia, no la injusticia o falta de honestidad del mayordomo, sino su astucia e inteligencia.

La conclusión de Jesús también es bastante sorprendente: “Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.”, es decir, ¿ganaros amigos mediante favores aunque sea en perjuicio de otras personas?. No, Jesús no aprueba la deshonestidad, ni los trucos de este mayordomo infiel, porque no aplaude su injusticia y sus fraudes.

Pienso que lo que Jesús nos quiere decir es, que los hombres que están en las cosas del mundo, los que viven sin pensar en Dios ni en los demás, muchas veces usan más inteligencia y astucia, que lo que hacemos nosotros con respecto a las cosas espirituales. Ser discípulo de Jesús no significa ser ingenuo. Debemos usar la misma providencia o previsión respecto a los intereses espirituales y eternos, que los mundanos utilizan respecto a sus intereses materiales. La gente cuyo dios es lo material, a veces usa más sentido común, que nosotros los cristianos, que somos mayordomos de las cosas eternas.

El dinero puede ser usado bien o mal y Jesús nos quiere enseñar su uso correcto y apropiado, para ganarse amigos justos y tesoros en el cielo, para algún día tener a alguien que nos reciba en las moradas eternas.

Debemos, como discípulos de Cristo, colaborar con nuestros bienes al bien común, no importa la cantidad con la que colaboremos, sino el ser fieles. Cualquier actividad que realicemos debe tener un valor comunitario que redunde en beneficio de todos. El que es infiel en el uso del dinero, de los bienes materiales, tampoco será fiel en las cosas espirituales y eternas.

Si como discípulos de Jesús no somos fieles en la administración de las “riquezas injustas”, ¿quién querrá confiarnos las verdaderas riquezas?. Si no somos fieles en las cosas pequeñas, el Señor no puede confiarnos las riquezas eternas de su evangelio.

Los bienes que hemos recibido no son propiedad nuestra, sólo somos administradores, no nos llevaremos nada cuando vayamos a la tumba, cuando seamos despedidos de nuestro trabajo temporal como administradores de este mundo. Debemos ser conscientes que todo es para todos, por lo que cada uno tiene la obligación de procurar que a nadie le falte lo necesario para vivir. Debemos administrar estos bienes materiales con astucia e inteligencia, pensando en cuando ya no estemos en este mundo, en nuestro futuro en la casa celestial, haber ganado muchos amigos que nos respalden, que nos acojan.

Deja una respuesta