Parábola de los dos hijos

Esta parábola de “Los dos hijos” aparece sólo en el evangelio de san Mateo:

¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?». Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. (Mt 21,28-31)

 
Jesús estaba enseñando en el Templo de Jerusalén y se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos para increparle, preguntándole ¿con qué autoridad estaba enseñando?, Jesús no les respondió, pero les contó varias parábolas, entre ellas ésta.

En esta parábola, un hombre, el Señor, le pide a sus dos hijos que vayan a trabajar en la viña, el Reino de Dios. Uno de ellos, los publicanos y pecadores, le dice que no quiere ir, pero luego se arrepiente y va a trabajar. El otro, los sumos sacerdotes y ancianos piadosos, le dice que sí pero luego no va a trabajar.

Estos sumos sacerdotes y ancianos, representantes de la religiosidad judía, se quedan en meras declaraciones públicas, pero no hacen la voluntad de Dios, no han reconocido a Jesús. En teoría eran los cumplidores de la Ley, pero a la hora de la verdad, cuando llega a sus oídos la voluntad de Dios, no la cumplen, no quisieron ser dóciles al querer divino. Ellos dijeron inicialmente “si” a Dios, pero luego “no” quieren reconocer a Jesús, convertirse, arrepentirse y seguirle.

Sin embargo, muchos publicanos y pecadores públicos, que en teoría vivían de espaldas a los mandamientos de Dios, atendieron su llamada a la penitencia y se arrepintieron. Ellos en un principio dicen “no” a Dios, “no” a cumplir las leyes judías, pero después de escuchar el mensaje de Jesús, creyeron en él, le dijeron “si”, se convirtieron, se arrepintieron y practicaron su mensaje sobre el Reino de Dios.

Por tanto, no es cuestión de palabras y buena fama, sino de obras. Lo que verdaderamente importa para salvarse no son las palabras, sino las obras, “no todo el que me dice ¡Señor, Señor! se salvará, sino el que hace la voluntad de mi Padre del cielo” (Mt 7, 21).

Frente a Dios hay que tomar una sola determinación: seguirle o no, obedecerle o no, creer en todo lo que él dice o no. Al Señor no se le puede engañar con palabrería y apariencias, ante Dios se caen todas las máscaras. El Señor sabe cómo es nuestro rostro detrás del maquillaje, él conoce nuestro corazón y juzga nuestras verdaderas intenciones. Podremos engañar a la gente con palabras bonitas, incluso con sermones y alabanzas increíbles o con oraciones elocuentes, pero Dios sabe si hay sinceridad o falsedad en nosotros.

Hay un “si”, que es “no”, se trata del “sí” de los cristianos que “no“ quieren complicarse la vida, que “no” fallan a los deberes religiosos (comulgan cada día, van a misa, rezan el rosario), y eso está muy bien, pero “no” pasan de ahí.

Y hay un “no”, que es “si”, que se trata del “no” de los cristianos que protestan, que ponen pegas, que han vivido despistados, pero en un momento, por gracia de Dios, vuelven y terminan por ser incondicionales, dicen “si” al Señor, son felices, porque sienten la alegría del dar, de seguir a Jesús.

Una de las señales más claras de andar en el buen camino en la fe, el de la humildad, es el deseo de obedecer a Dios. La obediencia nace de la libertad y conduce a una mayor libertad. El amor a Dios es lo que hace que esa obediencia sea plenamente libre.

Para quien quiere seguir a Cristo, le ama, la obediencia no es pesada. Sin embargo, la obediencia se convierte en una carga pesada si no se acierta a ver en ella la llamada de Jesús. “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Jn 14, 15).

En nuestro examen de conciencia, deberíamos preguntarnos ¿Hago lo que Dios quiere para mí, o me dejo llevar por el capricho, la vanidad, el estado de ánimo? ¿Sé oír la voz del Señor en los consejos de la dirección espiritual? ¿Es mi obediencia pronta, alegre y humilde?

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