Parábola de los amigos del Esposo

Esta parábola de “Los amigos del esposo” aparece en los evangelios de san Mateo, san Marcos y san Lucas:

Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán. (Mt 9, 15)

Jesús les contesta: «¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día. (Mc 2, 19-20)

Jesús les dijo: «¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán en aquellos días». (Lc 5,34-35)

 
En aquella época, existían prácticas como el ayuno, que algunos movimientos religiosos, como los discípulos de Juan Bautista y los fariseos, practicaban con frecuencia como ofrenda para la pronta venida del Reino.

Pero Jesús les responde que esas prácticas ya no tienen sentido, porque el Reino ya ha comenzado y este Reino exige otro tipo de obras y un nuevo espíritu con el que ayunarán los discípulos de Jesús después de su muerte.

Ahora es el tiempo de las bodas mesiánicas, tiempo de alegría y no de ayuno. Jesús se revela así como el Esposo mencionado en el Antiguo Testamento, que viene a establecer una relación especial con el pueblo. Con Jesús comienzan las bodas de Dios con la humanidad.

Más adelante, en el tiempo de la Iglesia, sus discípulos ayunarán, cuando les sea arrebatada la presencia visible del Esposo. Ayunarán por amor a Jesús y en el contexto del seguimiento, que implica renuncia.

Cada hombre está invitado a la mesa del Señor, por muy pecador que sea, por muy indigno que se reconozca. Puede aceptar la invitación con alegría, porque Jesús viene a buscar precisamente al que está enfermo y perdido, sin escandalizarse de nuestra miseria ni detenerse ante la dureza de nuestro corazón, porque es un Esposo enamorado y sólo el amor cura las heridas más graves.

No tengamos miedo a presentarnos ante él, porque es él mismo quien nos llama. Es preciso que seamos capaces de captar el momento de decir sí simplemente y seguirle sin dudas. El camino nos llevará a revivir también el momento en que el Esposo será perseguido, condenado y ejecutado. Es la hora de la cruz, la hora de la fidelidad a toda prueba, la hora de la gracia suprema, porque es precisamente en el momento de la mayor debilidad cuando Jesús se hace reconocer como fuerza de vida, capaz de hacer resucitar incluso a los muertos.

A nosotros se nos pide una fe sencilla y perseverante, una fe indiferente a ser objeto de mofa, una fe que encuentra su fuerza en mantenerse adherida de una manera tenaz a Jesús, a la lectura y a la relectura del evangelio, una fe segura de que sólo en Cristo hay salvación y de que sólo él tiene derecho a ser el Señor de nuestra vida.

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