Moral Social y Doctrina Social (5/6)

LA POLÍTICA EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Desde León XII, la Iglesia no ha cesado de recordar a los católicos el derecho que tienen de participar a todos los niveles en la vida pública. Esto no se trata de un deseo de intromisión y poder, sino que tiene unos fundamentos naturales y evangélicos que la Iglesia ha ido descubriendo a lo largo de la historia.

La fe nos dice que las realidades temporales:

  • Son obra de Dios, en cuanto dimanan de la naturaleza humana creada por Él.
  • Están sometidas al juicio de Dios, como toda la creación, y como fruto de la voluntad humana, están sujetas al pecado.
  • Tienen un valor trascendente que el hombre debe descubrir, ayudado por la Revelación, para completar la obra de la salvación del mundo. Más los asuntos públicos que, repercuten directamente en millones de personas, deben cumplir el plan que Dios les encomienda que es servir al bien común.
  • Un cristiano no puede en conciencia desentenderse de los problemas comunes. El sentido común nos indica que hay cosas que marchan mal en el mundo que sólo pueden remediarse desde el ámbito político. Si nos parece que la política está en manos de personas poco honestas o sin ideales, la forma de remediarlo es que personas más honestas y con mejores ideales se dediquen a ella.
  • Ante la impresión generalizada de que la política es mala, la Iglesia ve en ella un noble y difícil oficio de servicio. Anima a los católicos a la participación y les recuerda la obligación de preocuparse por los demás.

Los documentos de la Doctrina Social de la Iglesia han invitado siempre a los católicos a participar en la vida pública y han subrayado la vertiente moral de lo político, económico y social.

El fundamento de la política es la sociabilidad del ser humano que desea y necesita formas cada vez más estables y eficaces para la convivencia. La sociedad civil es consciente de su propia insuficiencia para lograr una vida plenamente humana. Para ello nace la comunidad política, para buscar el bien común. La política es el arte de gobernar los pueblos con el fin de asegurar el bien común. El bien común abarca el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección.

Misión específica del cristiano en política

La misión del laico con el mundo es llevar a cabo la síntesis entre su estado civil de ciudadano  y su condición de fiel en el seno de la Iglesia. No puede separar ambas realidades de su ser en la existencia cotidiana: él es Iglesia en el mundo y, por medio de él, el mundo se hace presente en la Iglesia. En relación con su acción en la vida política, el Magisterio de la Iglesia insiste en que el laico debe prestar su colaboración en la vida política.

Los religiosos, sin embargo, no deben tomar parte activa en la vida política, pues,  precisamente, el estado religioso deja más libres a sus seguidores frente a los cuidados terrenos. Pero esto no significa que se desinteresen del mundo, pues, además que como ciudadanos, pueden y deben cumplir sus deberes y exigir sus derechos cívicos, también con su tarea específica religiosa.

La misión de la jerarquía de la Iglesia se concreta en emitir juicios morales en situaciones concretas, acerca de la vida social, económica y política de los pueblos. Los juicios de la jerarquía en política no son juicios técnicos, sino juicios morales. La Jerarquía ofrece a los políticos criterio moral para que la función pública cumpla con su misión de servidora del bien común, como servicio a los ciudadanos.

Criterios para participar en la vida pública

Juan XXIII dirá que el ir ajustando la realidad social a las normas de la justicia es una tarea de cada día, y que ningún hombre puede contentarse con lo hecho.

Es muy difícil establecer unos criterios para la actuación de los cristianos en lo público por lo complejo de cada situación, pero se pueden establecer algunos criterios generales:

  • No aceptar compromisos que puedan dañar la integridad de la fe o de la moral.
  • No es la revolución la que arregla los problemas, sino la evolución pacífica paso a paso.
  • La prudencia y la autoridad competente son las que deben determinar la decisión concreta.
  • Es preciso distinguir entre teorías filosóficas y corrientes de carácter económico, social, cultural y político. En estas últimas puede haber elementos utilizables.
  • Colaboración con los cristianos separados y con todos los hombres que observan la ley natural.

La Conferencia Episcopal Española habla de ciertos complejos de culpabilidad en sectores católicos españoles, que los lleva a la permisividad e indiferencia, por temor de ser tachados de anti-demócratas y señala que:

  • Democracia no es indiferencia ni confusión.
  • Los católicos no pueden ocultar sus convicciones ni se les puede negar el derecho a manifestarlas.
  • Los católicos no temen la necesaria convivencia en libertad, sino que están convencidos de su necesidad para buscar el sentido de la vida.

Los deberes del cristiano en la vida pública

Los deberes del cristiano en la vida pública son tan variados y dispersos como son los ámbitos de lo público. Empiezan en el momento en que la persona entra en contacto con otros, desde la familia hasta las organizaciones internacionales.

En general, los deberes del cristiano en la vida pública podríamos decir que son:

  • Participar activamente en la vida pública, colaborando en el progreso del bien común. Los cristianos deben penetrar en las instituciones públicas y actuar con eficacia desde dentro de ellas. Algunos compromisos de carácter político son: el amor a la patria, el amor a toda la humanidad, la preocupación por el bien común, admitir la legítima diversidad de opciones, interés por adquirir la educación cívica y política adecuadas.
  • La participación política mediante el voto. Aun reconociendo que la abstención puede ser una postura moralmente válida, la Iglesia invita a discernir en conciencia, responsablemente y a la luz de la fe y sus enseñanzas. Teniendo en cuenta el bien común, especialmente de los más necesitados, favorecer el empleo, la educación, derechos de los padres, apoyo a la familia, ayuda al desarrollo y la paz, libertad religiosa. Rechaza la abstención por pereza o despreocupación.
  • La militancia en partidos políticos. A los políticos les pide que clarifiquen sus inspiraciones ideológicas, sus líneas programáticas, sus objetivos sociales y el modo de conseguirlos; que respeten siempre la verdad y mantengan la consideración que toda persona merece, aun dentro de la legítima crítica de las posiciones de los contrarios. A los católicos comprometidos en la política activa, les exige que valoren en su justa dimensión la actividad política, manteniendo un sentido crítico, aun dentro del propio partido; que procuren ser instrumentos de acercamiento, diálogo y colaboración entre todos los ciudadanos por encima de las legítimas diferencias; que cuiden especialmente de conservar la comunión espiritual y eclesial.

¿Qué puede aportar el cristiano en la vida política?

  • Dignidad de la persona humana. Esta dignidad se funda para el cristiano en la condición de hijo de Dios y Hermano de Cristo; en que está hecho a la imagen y semejanza de Dios.
  • Consecuencia de lo anterior es la igualdad fundamental de todos los hombres, porque todos han sido redimidos, porque aún por el más abyecto derramó Cristo su sangre.
  • Otra consecuencia es la primacía de las personas sobre las instituciones. Esta convicción de la primacía de la persona tiene una importancia fundamental en la actuación política, donde los partidos tienden, por el mito de la eficacia, a convertirse en férreas estructuras de poder, y las decisiones que van a afectar a la posibilidad de desarrollo integral de muchas personas se subordinan a la economía.
  • Primacía de los más necesitados como una exigencia de la justicia, no de un regalo que impropiamente denominamos caridad.
  • Una especial actitud ante el mundo que ha sido creado por Dios para que lo vivamos y gocemos todos, no para que unos pocos se apropien de él para aprovecharse y facilitar su destrucción. Tenemos que gozar del mundo pero también tenemos la obligación de que puedan gozar de él las generaciones venideras; por eso, la actitud ecológica es una de las muestras de identidad del cristiano que actúa en la vida política.
  • Una posición optimista que no supone desconocer la gravedad de los problemas ni menospreciarlos, sino un optimismo basado en que no estamos solos, que Dios quiere que el mundo vaya mejor y para ello basta con que los hombres actúen para conseguirlo.
  • Visión dignificadora del trabajo, en cuanto que el trabajo no sólo es un medio para obtener los recursos necesarios para subsistir, sino que a través del mismo se transforma el mundo y se colabora de ese modo en la obra de la creación.
  • Espíritu de solidaridad con la búsqueda de una mejor distribución de la riqueza con un sentido universal.
  • Búsqueda del desarrollo científico, de la investigación. El mundo nos lo ha dado Dios para vivirlo y gozarlo, pero también nos lo ha dado para descubrirlo, porque en el descubrimiento del mundo se encuentra también el desarrollo y el bienestar del hombre. No se puede tener miedo a la ciencia, ya que la ciencia no es buena ni mala; somos los hombres los que, con nuestra libertad, hacemos buen o mal uso de ella; pero, en cuanto a valoración moral, el descubrimiento científico es neutro.
  • Espíritu crítico ante las diversas opciones que la realidad de la vida nos presenta, inspirando nuestra crítica y toma de decisiones por los valores que el mensaje de Cristo nos ofrece.
  • Juego limpio. En una actualidad política en la que todo vale, mentiras, difamaciones, campañas fraudulentas, los católicos tenemos que aportar lo que Dios nos ha dado, la Verdad y el compromiso con ella.

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