María en el Sagrario

Madre mía, yo sé que donde hay un Sagrario, allí, junto a tu hijo, tú estás también presente, pendiente de sus necesidades y de las de todos nosotros.

Seguro que en este momento le estarás diciendo: “hijo mío, mira aquel señor del tercer banco que está llorando, acércate a él que necesita consuelo, agárrale su mano para que sienta tu presencia a su lado, que sienta que le amas y que también lloras con él”.

Pero antes de terminar la frase, te das cuenta que tu hijo ya ha abierto la puerta del Sagrario y que ha salido, que ya está sentado conmigo, a mi lado en el banco. Sus manos agarran las mías y me está hablando al corazón. Me dice que me ama, que me entiende, que sabe perfectamente como es mi sufrimiento, que él como hombre también sintió dolor y angustia y que precisamente murió en la cruz por mis sufrimientos y que ahora está aquí en el Sagrario para estar siempre a mi lado para lo que yo necesite, a mi disposición. Que está deseando oír mis peticiones y que todo lo que sea para mi bien, él me lo dará.

Virgen María, Madre mía, ruega siempre a tu hijo por mi, necesito tanto tu ayuda. Me siento tan incapaz de llegar directamente a él.

Le hablo y siento que no me escucha, sólo hay silencio donde retumban mis oraciones, pero nunca hay una respuesta. Estoy seguro que él está escuchando y que espera a que llegue el momento oportuno para contestarme, pero mi impaciencia hace que sienta que no me escucha, que necesite una respuesta inmediata.

Yo sé que todo lo que tu le pidas, como madre, él lo escuchará con un amor especial.

Por favor, llévale mis oraciones y pídele por mí, por mi conversión, para que me de los dones y gracias necesarias para ser un buen cristiano, para que tenga el valor de entregarle mi vida sin dudarlo, para estar siempre disponible para él, para confiar en que él siempre hace lo mejor para mí, aunque yo no lo comprenda, para que tenga paciencia y la seguridad de que él escucha mis oraciones.

Madre mía, Virgen mía, ruega por mí.

Amen.

Deja una respuesta