Las parábolas del remiendo de paño y del vino nuevo en odres viejos

Estas dos parábolas de “El remiendo de paño y el vino nuevo en odres viejos” aparecen en los evangelios sinópticos: san Mateo, san Marcos y san Lucas:

Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres: se derrama el vino y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan». (Mt 9, 16-17)

Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos». (Mc 2, 21-22)

Les dijo también una parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos: porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor”». (Lc 5, 36-39)

 
Los discípulos de san Juan Bautista, se acercan a Jesús y le preguntan por qué sus discípulos no ayunan como ellos.

Esta práctica del ayuno comenzó después del exilio. El fariseo observante ayunaba dos veces por semana como signo de luto, como modo de pedir la ayuda divina con ocasión de calamidades, para pedir una curación, para pedir perdón… Los fariseos y los discípulos de Juan el Bautista, iban más allá y practicaban el ayuno dos veces por semana como un acto ritual para agradar a Dios.

Jesús les contesta con estas dos parábolas para hacerles entender que ahora son los tiempos mesiánicos, tiempos de boda, celebración y alegría porque el Mesías está con ellos. Es el tiempo del paso del estilo de vida judío a la novedad de Cristo. Los ayunos se hacían para pedir que viniese el Reino de Dios, pero éste ya ha llegado y ahora era tiempo de hacer otro tipo de obras, ya habrá tiempo para ayunar después de su muerte. En este caso, los discípulos ayunarán por amor a Jesús y en el contexto del seguimiento. Jesús no polemiza con el ayuno ni tampoco le quita su valor, él dice que hay un tiempo oportuno para el ayuno, y que ahora no es el momento.

La nueva época de religiosidad, llegada con la presencia de Jesús, necesita nuevas formas también, correspondientes al mensaje y carácter de Jesús. Si se intenta unir lo viejo con lo nuevo, de acomodar el nuevo espíritu con las viejas tradiciones anticuadas, conduciría a la destrucción de ambas. No hay remiendos ni posibles contemporizaciones entre las prescripciones legales del Antiguo Testamento y la dinámica del movimiento de Jesús.

En esta línea, el paño nuevo (Jesucristo) tiene un apresto más robusto que el viejo (la Ley) y coserlos juntos significaría producir un desgarro todavía mayor. De la misma forma, los recipientes para el vino que se hacían con piel de animales, cuando todavía estaba fresca, tenía la capacidad de soportar la fermentación del vino, pero una vez seca (la Ley), tendía a agrietarse y a perder la elasticidad, lo que no le permitía contener el vino nuevo (Jesucristo) que fermenta y se expande.

Una mezcla de lo nuevo que Jesús trae y de las formas de religiosidad judías, no haría sino impedir el desarrollo del evangelio de Jesús

Lo que Jesús quiere decirles es que su mensaje requiere una mentalidad y una vida que no tienen modelos precedentes. Jesús es en el único en quien deben inspirarse y mirar los discípulos, y deben dejarse conducir por él.

Acoger la novedad que supone Jesús y que se manifiesta en su estilo de vida, resultaba incómodo para los judíos de su tiempo, pero también continúa siendo incómodo para sus discípulos de hoy.

Jesús también nos pide a nosotros que cambiemos, que nos convirtamos un poco más cada día a fin de acoger mejor el don y la novedad que él es, que nos impliquemos cada día más en su amor, en la alegría y la fiesta que es vivir en su compañía, en la Eucaristía. El ayuno y las prácticas de piedad son importantes y no hay que abandonarlas, pero por ello no debemos olvidarnos de vivir el Reino de Dios que está presente en nuestras vidas, debemos demostrar nuestra alegría al mundo porque tenemos a Dios a nuestro lado, con nosotros. Contagiar a los demás de nuestra alegría y nuestro amor.

Deja una respuesta