La oración del Señor

A Jesucristo que nos enseña a orar a Dios Padre lo encontramos en los evangelios de san Lucas y san Mateo:

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”». (Lc 11, 1-4)

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.  Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas. (Mt 6, 5-15)

 

Jesús es nuestro maestro de oración. Si buscamos en los cuatro evangelios, veremos con frecuencia a Jesús rezando. ¿Qué necesidad tiene Jesús de rezar siendo Dios? Jesús aprendió a rezar conforme a su corazón de hombre, aunque Él reza como el Hijo al Padre. Busquemos en el Evangelio a Jesucristo como maestro de oración y sigamos su ejemplo.

Podemos ver que Jesús es una persona acostumbrada a rezar con asiduidad y dedicación. Participa de la religiosidad de su pueblo, va a las sinagogas y a las fiestas en Jerusalén, busca lugares y momentos para estar solo y poder orar con libertad y entrega, conoce la Escritura y reza con ella. Jesús vive y muere en oración, la oración es el centro de su vida y de su persona, que le permite comunicarse con el Padre.

Hace mucho tiempo vi un vídeo en YouTube (https://youtu.be/UVjV_U1j-7A) que hace una teatralización de una mujer rezando el Padre Nuestro. La verdad es, que me hizo reflexionar mucho porque muchas veces yo rezo así: por obligación, sin pensar nada de lo que digo, simplemente recitando algo aprendido de memoria, lo más rápido posible, oración tras oración. Y al finalizar me quedo muy tranquilo pensando que he cumplido mi deber.

¡Que tristeza cuando lo pienso, Señor! En lugar de aprovechar mi rato de oración para hablar contigo. Por favor Señor, ayúdame a ser consciente de que cuando rezo no lo hago sólo, ni para mí, sino que es una conversación contigo, que tú estás presente y me escuchas. Ayúdame a hablarte y escucharte, y perdóname por todas las veces que lo he hecho mal y por las que volveré a hacerlo mal.

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