La fuerza de la fe

En esta ocasión, san Cirilo, les está relatando a sus catecúmenos el milagro de Jesús caminando por el agua para demostrarles la fuerza de la fe: “Enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!». Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?». En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios».” (Mateo 14, 22-33)

Conviene aclarar la diferencia entre credulidad y fe, ya que a veces se confunden y es precisamente uno de los enemigos de la fe. La credulidad elimina el pensamiento, aceptando simplemente lo que se dice sin juicio crítico. Mientras que la fe no elimina la inteligencia, el pensamiento, la razón, sino todo lo contrario, lo reclama. Tampoco se trata de aceptar o tener fe de lo que sólo se puede deducir racionalmente, eso sería caer en el racionalismo, y así la fe quedaría eliminada. La fe se hace posible en el presupuesto de la realidad, no se queda en la superficie de las cosas, en la apariencia, sino que descubre en la realidad indicios que permiten abrirse a una realidad más profunda, más allá de lo que aparece.

La fe busca y quiere la verdad, por eso no acepta cualquier cosa, sino sólo lo que resulta creíble. No debemos tener miedo en buscar indicios y pruebas de credibilidad en Jesús que demuestren que la fe en Cristo no es algo irracional, sino que entra en el ámbito de lo real.

Conocemos a Dios por enunciados y principios doctrinales, que están sujetos a una mayor precisión cada vez que se profundizan en ellos. Necesitamos estas verdades para conocer a Dios ya que nos descubren el verdadero rostro de Dios, pero tampoco deberíamos quedarnos sólo en ellas, sino que a través de ellas, deberíamos llegar a la realidad última que es el propio Dios.

La fe no termina hasta que toca a Dios mismo (Sto. Tomás). La fe no son sólo las verdades de fe, sino que la fe tiende a Dios y necesita tocar a Dios. En la fe, lo importante no son los dogmas, que sólo son mediaciones. Esto sería una fe no formada, que cree en Dios y en una serie de verdades, pero no toca a Dios como Bien último .La fe formada es la que está informada por la caridad que nos une íntimamente a Dios y reside en la voluntad de buscar a Dios como Bien último.

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