Institución de los Doce Apóstoles

La elección de los 12 apóstoles se relata en los evangelios de san Lucas, san Mateo y san Marcos:

En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé,  Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. (Lc 6, 12-16)

Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó. (Mt 10,1-4)

Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él. E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios: Simón, a quien puso el nombre de Pedro,  Santiago el de Zebedeo, y Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó. (Mc 3,13-19)

 

Me gustaría destacar dos ideas: la oración y la vocación.

En primer lugar la oración. Jesús se ha pasado la noche en oración, no una oración de peticiones ni súplicas, sino una oración de reflexión, de toma de decisiones, y ha obtenido la inspiración del Padre para tomar una decisión comprometida y cargada de consecuencias, la elección de los doce enviados personales que le representan de manera autorizada.

Jesús se retira durante toda la noche a la montaña para orar, a un lugar silencioso, reservado, lejos de todos, para encontrar su espacio de encuentro con el Padre y entrar en una relación de amor con Él, escuchar su voz y confiarse a su voluntad.

Nuevamente Jesús nos pone un modelo para imitar en nuestra vida. ¡Qué importante es la oración! Acudir a la presencia del Señor, delante del Sagrario, del Santísimo o en cualquier lugar apropiado, que nos permita el silencio interior. Por su puesto cuando tenemos que tomar una decisión importante en nuestra vida, o tenemos un problema que no nos deja dormir, pero también para darle gracias por la vida que nos ha regalado, por la salud, por la familia, por la amistad, etc. Dios es nuestro Padre y está siempre esperándonos lleno de amor para escucharnos y también, si le dejamos, para hablarnos.

La segunda idea de la vocación, la elección de Jesús no recae, necesariamente, en los más generosos o los más dotados, no son gente perfecta ni, mucho menos aún, faltos de pecado. Sin embargo Jesús, los distingue del resto de sus discípulos para una particular vocación: para que estuvieran con Él, para enviarlos a predicar y para darles autoridad para expulsar demonios y curar enfermedades.

También a cada uno de nosotros, como a los apóstoles, Jesús nos llama junto a Él, a cada uno para nuestra propia vocación según el estado de vida que tengamos: la vocación al matrimonio, la vocación al sacerdocio, la vocación a la vida consagrada.

A todos, Jesús nos llama para que estemos con Él, nos invita a la comunión con Él y a la intimidad con Él. A todos, Jesús nos llama para evangelizar en nuestra vida cotidiana: en el trabajo, en el círculo familiar y de amistades, en el vecindario. Y si fuese necesario hacerlo con palabras. Y a todos, Jesús nos llama para expulsar demonios y curar enfermedades, los demonios y las enfermedades de nuestra sociedad de hoy: las injusticias, las discriminaciones, las mentiras, las amenazas.

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