Dogma segundo: Cristo


En este segundo dogma, san Cirilo se centra en la figura de Jesucristo.

El tema de Jesucristo Dios y hombre, fue una de las grandes controversias de la historia de los primeros siglos. Para los primeros cristianos que venían principalmente del judaísmo, les resultaba bastante difícil entender la Trinidad de Dios ya que lo veían como un politeísmo y si a esto le sumas que encima una de las personas de Dios tuviese dos naturalezas, una divina y otra humana, pues ya todavía más difícil. Hoy en día sigue siendo uno de los misterios de Dios más difíciles de explicar.

– Gnosis cristiana: (Epifanio y Simón el mago) Jesús no es Dios sino un “eón” en medio de los demás que ha venido para dar el conocimiento al hombre engañado por sus sentidos. Cristo desciende sobre Jesús en el momento del bautismo.

– Docetismo: (Marción, Valentín y Basílides) dice que la carne de Cristo era una apariencia: “Parece que come, parece que camina, parece que está cansado…”.

– Ebionismo: (judeocristianismo) niega que Cristo haya sido engendrado por el Padre y reconoce en Cristo al hombre investido por el Espíritu de Dios en el Bautismo en el río Jordán por Juan.

– Adopcionismo: (Teodoro y Pablo de Samosata) Cristo es un simple hombre, adoptado por Dios como portador de una gracia divina excepcional. Niega la Trinidad y la divinidad de Cristo y la encarnación del Verbo.

– Arrianismo: (Arrio) niega la divinidad de Cristo que es hijo adoptivo de Dios, no consustancial al Padre. Y el Espíritu Santo es la primera criatura del Hijo, por tanto, inferior a Él.

– Apolinarismo: (Apolinar) niega el alma humana de Cristo, creyendo que esa alma humana sería como la nuestra, pecaminosa.

– Nestorianismo: (Nestorio) sostenía dos personas en Cristo: una divina y otra humana.

– Monofisismo: (Eutiques) sostenía una sola naturaleza en Cristo, la divina.

– Monotelismo: (Sergio) sostenía una sola voluntad en Cristo, la divina.

Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre. Se necesita fe para creer esto, pues Cristo, no lo olvidemos, es un misterio.

Es verdadero Dios porque sólo Dios puede dar eficazmente la salvación y restablecer la unión con los hombres y es verdadero hombre porque corresponde al hombre reparar su falta. Por ser Dios reparó la ofensa infinita que el hombre perpetró contra Dios y por ser Hombre el hombre quedó redimido y su cuenta saldada.

En Jesús hay una sola persona, la divina, con dos naturalezas, la humana y la divina. Si tuviera dos personas, tendría también dos personalidades y la salud psíquica y psicológica correría riesgo.

Esta única persona divina de Cristo hace uso de las dos naturalezas, sin mezcla y confusión, como de dos manos. Las dos naturalezas son instrumentos que la Persona divina de Jesús utiliza para realizar su misión salvadora.

El alma humana de Cristo no es pecaminosa, porque no tuvo pecado original, y tampoco las consecuencias de ese pecado original, con el que nacemos todos los hombres. Sólo el pecado es quien deja la marca pecaminosa en el alma. Jesús no tuvo pecado.

En Cristo hay dos voluntades sin división, sin cambio, sin separación ni confusión. Las dos voluntades no se oponen en Cristo, porque la voluntad humana sigue sin resistir ni oponerse, sometiéndose libre y amorosamente a la voluntad divina omnipotente.

Todas estas herejías de los primeros siglos del cristianismo sirvieron para que en los primeros cuatro primeros concilios ecuménicos (Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia) se definieran claramente los conceptos sobre la Trinidad en Dios, la divinidad de la Persona de Cristo con sus dos naturalezas y la divinidad de la Persona del Espíritu Santo. Y así en el Concilio de Constantinopla se formula el Credo Niceno-Constantinopolitano que hoy, en nuestros días, recitamos como símbolo de nuestra fe.

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