Amor de Dios al hombre
En esta segunda catequesis de san Cirilo sobre el pecado, he querido comentar este otro punto porque creo que es algo que todos debemos tener muy claro y que no nos lo acabamos de creer.
A todos nos atormentan nuestros pecados pasados, aunque los hayamos confesado. Pero algo que tenemos que tener muy claro y grabarnos a fuego en nuestro corazón es que Dios nos ama y nos ama mucho, nos ama de una manera que no podemos llegar a imaginar porque no tenemos nada con qué compararlo.
Podríamos decir que Dios está «loco de amor» por nosotros, por cada uno de nosotros. Si, no lo dudes. No es que nos quiera, es que nos ama hasta el punto de entregar a una muerte más que cruenta, como no podemos imaginar de dolorosa (acuérdate de las escenas de la Pasión de Cristo de Mel Gibson), a su único Hijo para salvarnos, sabiendo que somos pecadores, sabiendo que hasta sus mejores amigos le iban a traicionar, le iban a negar, le iban a dejar sólo ante su sufrimiento. Pero a pesar de eso Dios nos ama y envía a su Hijo para salvarnos.
Dios nos ha dado la vida y no sólo nos ha dado la vida, sino que antes ha “soñado” cómo va a ser nuestra vida, ha hecho planes para nosotros, para que seamos felices. Una madre cuando se entera que está esperando un hijo que llevaba mucho tiempo deseando, comienza a sentir ya un amor intenso desde ese momento por esa vida que nace dentro de ella y ese amor es ya para toda la vida. Sueña como será físicamente, qué ropa le va a poner, cuándo irá al cole, qué será de mayor. Pues Dios te ama de una forma infinitamente más intensa que ese amor de madre.
Da igual lo que hayas hecho en la vida, como dice san Cirilo: “todos tus pecados juntos no superan la inmensa compasión de Dios”, yo diría no sólo la compasión, sino el amor, la misericordia de Padre.
Dios lo único que quiere de ti es que vivas queriendo hacer el bien a todos, que ames intensamente a todos, pero de verdad, anteponiendo siempre a los demás. ¿Qué caes y pecas? Arrepiéntete de verdad, con dolor de corazón por haber fallado a Dios y al prójimo, confiésate y olvídate ya para siempre de esos pecados.
Ten la seguridad que Dios te ha perdonado y que lo que ahora quiere de ti es que continúes intentando vivir lleno de amor.