¿Qué estamos haciendo mal?


Cuando como cristiano intentas hablar con los jóvenes de tu entorno que no son cristianos, parece que hablas un idioma diferente, que eres un extraterrestre. Haz la prueba, entabla una conversación con un joven de entre 15 a 30 años, que no sea cristiano y háblale de la Misa, de la Eucaristía, de que Jesucristo se hace presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en un pedazo de pan y un poco de vino y que luego comulgas y que eso hace que te unas a Él y el Espíritu Santo habite en ti. Háblale de caridad hacia el prójimo, incluso hacia sus enemigos, háblale del perdón, de confesar sus pecados. Háblale de la esperanza en que algún día, cuando muera, si está en gracia irá al Cielo con Dios, con todos sus seres queridos, feliz para siempre.

Verás que no tiene ni idea de nada de lo que le estás diciendo, ni tan siquiera entiende las palabras que utilizas, no sabe que es una Misa, ¿Quién es Jesucristo?, no tiene idea qué es el alma, ¿Qué eso de comulgar?, unirme a él ¿Cómo se hace?, ¿Quién es el Espíritu Santo?, ¿Qué es eso de caridad? ¿Y eso de perdón al enemigo, qué me dices? Yo sé de matar vampiros, brujos malos, muertos vivientes, pero ¿Perdonar al enemigo?, si hombre, al enemigo hay que hacerle volar en pedazos por los aires que eso es lo que se merece, y la esperanza después de la muerte ¿Para qué? si en este mundo está la felicidad plena, tenemos sexo, alcohol, drogas, baile, internet, redes sociales ¿Qué va a haber mejor que esto?.

Pero lo peor no es que no entiendan lo que les dices, es que no les importa nada de lo que les dices, aquí está el verdadero problema.

Me da mucha pena cuando veo a la juventud tan perdida. Jóvenes de entre 18 y 23 años que tienen ya uno o dos hijos con sus parejas. Que cada uno vive con sus padres porque no tienen dinero, ni ganas, para vivir juntos, pero juegan a ser padres de sus hijos como si fuera un videojuego que puedes parar y continuar cuando quieras y si te aburres lo cambias. Los niños están siendo educados en realidad por sus abuelos como si fueran sus propios hijos, que remedio les queda. Y ellos siguen con su vida de diversión y desenfreno, mientras sus padres, que también son jóvenes tienen que asumir la responsabilidad de “un nuevo hijo en la familia”.

Es una generación sin responsabilidades, eso hemos conseguido en estos años de educación sexual en libertad, de excesivos mimos y caprichos. Intentas hablar con ellos de la responsabilidad de ser padres y de amar y respetar a sus parejas, de cuidar de sus hijos, de comprometerse con las consecuencias de haber tenido un hijo y te miran como si estuviesen hablando con alguien de otra época. Solo piensan en vivir sin freno la vida, las drogas, el alcohol y el sexto y les importa un carajo los hijos y las madres que van dejando por el camino de su vida sin control, cuando se aburren del videojuego, sólo tienen que empezar con otro. La pena es ¿Qué será de esos hijos sin padres y de esas mujeres que tendrán muchas parejas en su vida que las dejen preñadas y realmente nadie las habrá amado nunca de verdad?.

Vivimos una vida sin principios de ningún tipo y esto tarde o temprano pasará factura.

¿Nuestra generación fue así? Por lo menos la mía no. Yo me casé a los 26 años enamorado hasta las trancas de mi mujer. Mi mujer tenía 25, venía de un matrimonio fallido y con una hija de 4 años que yo asumí como propia desde el primer día. Trabajamos sin descanso para sacar adelante nuestra casa y nuestra vida juntos. Tras 26 años de matrimonio, por desgracia para mí, ella falleció. Ya han pasado casi 7 años desde que mi mujer no está conmigo y la echo de menos todos los días de mi vida, daría lo que fuese por despertarme una maraña y que todo hubiese sido una pesadilla y que todavía estuviese a mi lado.

Es cierto que yo viví la generación de los 80: «sex, drags y rock and roll», sí, pero no se parece en nada a esta generación que está completamente perdida. El problema es que no puedes ayudarles porque ellos te miran y ven unos valores caducos y trasnochados y no creen en nada de lo que quieras contarles. Sermones de viejos que nunca han sido jóvenes, piensan.

¿Qué es lo estamos haciendo mal? Porque está claro que de esto somos en parte responsables nosotros.

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