Juan 2,13-22 – Evangelio comentado por los Padres de la Iglesia

13 Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. 14 Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, 15 haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; 16 y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». 17 Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». 18 Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». 19 Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». 20 Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». 21 Pero él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús.

Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)

Beda

13. No estuvieron en Cafarnaúm muchos días, porque la fiesta de la Pascua se aproximaba. Por esto sigue: «Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.» (super his verbis)

14 Cuando el Señor vino a Jerusalén, se dirigió en seguida al templo a orar, dándonos ejemplo de que cuando lleguemos a algún punto donde hay un templo de Dios, debemos dirigirnos lo primero a él y hacer oración. Por esto dice: «Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos.» (super Mat 21, 12).

«Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas…»Como algunos venían de muy lejos y no podían traer consigo lo que habían de ofrecer, lo obtenían allí por dinero. Por lo que los escribas y los fariseos ordenaron en cierta época que hubiese esta clase de animales en el templo, para que los que viniesen comprasen y los ofreciesen, y después vendían a otros lo que antes ya se había ofrecido, y así obtenían una inmensa ganancia. Con este fin había cambistas que estaban en sus mesas facilitando los contratos entre los compradores y vendedores de víctimas con su dinero; por esto dice: «Y a los cambistas en sus puestos.»Mas el Señor, no queriendo que en su casa hubiese negociaciones terrenas, ni aun las que parecían honestas, arrojó fuera a todos los negociantes (super Mat 21, 12).

En esta lección se revela la doble naturaleza de Cristo: la humana, en cuanto le acompaña su Madre; y la divina, en cuanto se demuestra que es verdadero Hijo de Dios (super Mat 21, 12).

17. «Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.» Sus discípulos, viendo en el Salvador este celo ardentísimo, se acordaron de que el Salvador había arrojado a los impíos del templo por el celo que tenía por la casa de su Padre (super Mat 21, 12).

Venden también palomas los que dan la gracia recibida del Espíritu Santo, no gratis, como está mandado, sino por premio, y los que conceden la imposición de las manos, en la que va representada la gracia del Espíritu Santo, aun cuando no lo hagan para ganar dinero, sin embargo lo hacen para captarse el favor de la plebe; venden también palomas, del mismo modo que aquéllos que conceden las sagradas órdenes no por el mérito de la vida, sino por dispensar el favor.

Las ovejas son también todas las obras buenas y piadosas. Venden, pues, ovejas todos aquellos que dan sus limosnas al templo en calidad de préstamo, o hacen buenas obras para ganarse el afecto humano y éstos son todos aquellos que sirven a la Iglesia manifiestamente sólo por miramientos humanos. Y hacen también casa de negociación la casa del Señor, no sólo todos aquéllos que ejercen las sagradas órdenes por dinero, por alabanza o por honor, sino también aquellos que no llenan en la Iglesia los deberes espirituales del cargo que recibieron por la gracia del Señor, con buena intención, sino con el fin de obtener retribución humana.

Habiendo hecho el azote de trozos de cordel, los arrojó del templo, de donde son arrojados aquellos que, elegidos y puestos entre los santos, o bien hacen sus buenas obras de una manera fingida, o abiertamente obran mal. También arrojó las ovejas y los bueyes, porque manifiesta que la vida y la enseñanza de estos tales están representados en ellos. También arrojó por el suelo el dinero de los cambistas, y volcó sus mesas, porque quitará aun la forma de las mismas cosas que estimaron los réprobos condenados en el fin del mundo. También mandó quitar del templo las ventas de las palomas, porque la gracia del Espíritu Santo, que se recibió gratis, debe darse gratis.

18-19. «Los judíos entonces le replicaron diciéndole: “Qué señal nos muestras para obrar así?”» Cuando pedían una señal a Jesús, manifestaban que querían conocer por qué arrojaba del templo aquellos comercios acostumbrados. «Jesús les respondió: “Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.”» Respondió que aquel templo representaba el templo de su cuerpo, en el cual no habrá mancha alguna de pecado. Como diciendo: Así como purifico a este templo inanimado de vuestros comercios y maldades con mi poder, así resucitaré este cuerpo mío tres días después que haya muerto por vuestras manos.

Orígenes, in Ioannem, tom. 10-11

13. «Se acercaba la Pascua de los …» ¿Y qué se propone al añadir de los judíos? No que la solemnidad de la Pascua se celebrara en algún otro pueblo. Acaso quería manifestar la diferencia que hay entre la Pascua de los hombres, esto es, la de aquéllos que no la celebran conforme a la voluntad o propósito de la Sagrada Escritura, y la Pascua divina o verdadera, que se verifica en espíritu y en verdad. Y para distinguir la divina, dice: de los judíos.

En sentido espiritual puede decirse que cuando se celebraron las bodas en Caná de Galilea, bajó el Salvador con su Madre, con sus parientes y con sus discípulos, a Cafarnaúm, que quiere decir campo del consuelo. Convenía, después de la alegría que produjo el vino, que el Salvador viniese al campo del consuelo con su Madre y con sus discípulos, para consolar a los que recibían su doctrina y al alma de la que le había concebido por obra del Espíritu Santo y ayudarles con la esperanza de sus frutos y la riqueza de sus mieses. Porque hay algunos, en verdad, que dan fruto, a quienes el Señor desciende realmente en unión de los ministros y los discípulos de su divina palabra, favoreciéndoles en presencia de su Madre, o también con su auxilio. Parece también que los que son llevados a Cafarnaúm no disfrutan de la presencia constante de Jesús, porque aquella luz que se desprende de sus muchas enseñanzas, no la puede percibir el campo pequeño de la consolación inferior, puesto que es capaz de poco.

«…Y Jesús subió a Jerusalén.» Es Jerusalén la ciudad de un gran Rey, como dice el mismo Salvador, a la que ninguno de los que permanecen en la tierra sube ni entra. Pero cualquier alma que llega a conseguir la perfección espiritual y el conocimiento perfecto de los misterios comprensibles, es habitante de esta ciudad, a la que se dice que subió únicamente Jesús. Parece que los discípulos debieron estar después presentes, porque recuerdan aquel dicho de Jesús: “El celo de tu casa me comió”. Pero Jesús ascendió en cada uno de sus discípulos.

15 «Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas…» Consideremos también, no nos parezca cosa enorme, que el Hijo de Dios preparó una especie de látigo de las cuerdas que había recogido para arrojar del templo. Para explicar esto, nos queda una poderosa razón. El divino poder de Jesús, cuando quería podía contrarrestar la furia de sus enemigos, aun cuando fuesen muchos, y apagar el fuego de sus maquinaciones. Porque el Señor disipa las determinaciones de las gentes y reprueba los pensamientos de los pueblos (Sal 132,10). La historia presente nos demuestra que no tuvo un poder menos fuerte para esto que para hacer milagros; además, que es mayor este hecho que el milagro de haber convertido el agua en vino, porque allí había una materia inanimada, pero aquí se desbaratan los tráficos de muchos miles de hombres.

Y San Juan dice aquí que arrojó a los que vendían en el templo, y San Mateo dice que arrojó a los que vendían y compraban. Mas el número de los que compraban era mayor que el de los que vendían, cuya expulsión debía ser difícil para el que se consideraba como el hijo de un carpintero. Pero por disposición divina, todos estaban sometidos a su dominio, como se ha dicho.

17. «Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.» Es posible además que Jerusalén cayera por su delito, o que se extraviasen mucho los más capaces e ingeniosos, que si no se convirtieron después de su pecado, perdieron la capacidad y la fuerza de su ingenio. Encuentra en el templo, esto es, en las funciones religiosas o en la enunciación de la predicación eclesiástica, o a algunos que convierten la casa de su Padre en casa de negociación; a los que exponen a la venta sus bueyes, que conviene guardar para el arado, no sea que al retroceder ya no puedan ser aptos para el reino de Dios; y también a aquéllos que prefieren el dinero de la iniquidad a las ovejas de quienes obtienen lo necesario para su vestido. Y hay, por último, también algunos que menosprecian la candidez de las palomas por su mal desempeño en la vida privada. Cuando el Señor encuentra a estos tales en su santa casa, hace como un azote de varios cordeles, y los hace huir con las ovejas que tienen a la venta, y esparce todas sus ganancias, como indignas de ser conservadas en la casa de Dios. También arranca las tablas colocadas en las almas de los avaros, y manda que no se vuelva a vender palomas en la casa de Dios. Y yo creo que estableció esto como ejemplo, en confirmación de lo que antes había dicho en secreto, con el fin de que en ello comprendamos que si algo debe hacerse respecto de aquella oblación sagrada que hacen los sacerdotes, no deben hacerse fijando la atención únicamente en el rito de las cosas sensibles, ni se debe observar la Ley en sentido material, como lo hacían los judíos. Porque arrojando Jesús fuera los bueyes y las ovejas; mandando echar fuera las palomas, que eran las que se ofrecían en mayor número, según la costumbre de los judíos, y tirando por tierra las mesas de los cambiadores materiales, no de una manera terminante, sino de un modo figurado, se refiere a las divinas impresiones que experimentan los que obran bien, esto es, aquellas cosas que parecían buenas según lo que está escrito en la Ley; por último, usando del azote contra la plebe, se refería a aquellas cosas que deben disolverse o desterrarse, una vez trasladado su reino a los gentiles que creyeron en El.

Puede entenderse también por templo el alma de alguno que sea celoso, en la que habita el Verbo de Dios, aunque antes de conocer la celestial doctrina de Jesús hubiese estado ocupada por los cuidados de la tierra y las pasiones carnales. Representa estos movimientos el buey, porque es el que trabaja en el campo; la oveja representa el movimiento de las ideas insensatas, que es lo que más abunda en los animales irracionales; la paloma es la que representa la inconstancia de las imaginaciones ligeras, y aquello que parece obrar bien, son los dineros que Jesucristo arrojó con su celestial doctrina para que ya nunca vuelva a ser mercado la casa de su Padre.

19. «Jesús les respondió: “Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.”» Una y otra cosa, esto es, el cuerpo de Jesús y el templo, me parece que representan la Iglesia, porque ésta se levanta con piedras vivas, se convierte en casa espiritual y en sacerdocio santo por aquellas palabras de San Pablo: “Vosotros sois cuerpo de Cristo y miembros de miembro” (1Cor 12,27). Y así como vemos que se destruye el edificio levantado con piedras, también todos los huesos de Jesucristo habían de disgregarse con las contrariedades de las tribulaciones; mas sería reconstruido y resucitado al tercer día, porque estaría presente en el nuevo cielo y en la nueva tierra. Así como el cuerpo visible de Jesucristo fue crucificado y sepultado, y resucitó después, así el cuerpo total de Cristo, formado por los santos, está crucificado con El. Cada uno de ellos en ninguna otra cosa se gloría más que en la cruz de Jesucristo, por medio de la que vive crucificado al mundo. También fue sepultado con Jesucristo, y resucitó con El porque andaba en cierta novedad de vida, aunque todavía no ha resucitado en cuanto a la bienaventurada resurrección. Por esto no se escribió lo resucitaré al tercer día, sino en tres días; se concluye su levantamiento dentro de los tres días.

20. «Los judíos le contestaron: “Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”» Dice alguno que deben computarse estos cuarenta y seis años desde el momento en que David habló al profeta Natán, consultándole acerca de la construcción del templo y de los medios de allegar materiales para dicha construcción. Examínese si en el número de cuarenta y seis años que se establece para la construcción del templo podrán entenderse las cuatro decenas por los cuatro elementos de que se compone el mundo, y los seis restantes porque el hombre fue creado en el sexto día.

21. «Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo.» Se considera el cuerpo del Señor como un templo, porque así como el templo contenía la gloria de Dios, que habitaba en él, así el cuerpo de Jesucristo, representando a la Iglesia, contiene al Unigénito, que es la imagen y la gloria de Dios.

22. «Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.» Por sentido anagógico comprendemos que, como complemento de la fe, resucitará en el día de la resurrección universal el Cuerpo total de Jesús, esto es, de su Iglesia, porque la fe, que entonces verá la realidad [1], se diferencia mucho de aquélla que ahora ve por medio de un espejo y en enigma.


Notas

[1] Cuando veamos cara a cara ya no harán falta ni la fe ni la esperanza, sino que sólo persistirá la caridad plena (1Cor 13,8-13).

San Agustín

14. «Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos.»Se concedió a aquel pueblo el ofrecimiento de estos sacrificios por ser muy carnal, con el fin de que no se dedicase al culto de los ídolos; por esto sacrificaban bueyes, ovejas y palomas (in Ioannem, tract.10).

15a. Y Aquél que sería más adelante azotado por los judíos, los azotó antes. Por esto sigue: «Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes…» (in Ioannem, tract.10).

Se sabe que esto no lo hizo el Señor una sola vez, sino en repetidas ocasiones. Pero San Juan sólo refiere este hecho concreto, y los otros tres evangelistas hablan de su repetición (De Cons evang, 2, 67).

16. «Y dijo a los que vendían palomas: “Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado”.» Aquel templo no era otra cosa más que una figura, y el Señor arrojó a todos los que venían allí a traficar. ¿Y qué es lo que allí vendían? Lo que los hombres necesitaban para los sacrificios de aquellos tiempos. ¿Qué hubiera dicho si allí hubiera encontrado borrachos? Si no debe hacerse negociación ninguna en la casa del Señor, ¿deberá hacerse casa de bebidas? (De Cons evang, 2, 67).

17. «Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.» Es comido también por el celo de la casa de Dios aquél que se esfuerza por enmendar todo lo malo que en ella encuentra, y si no puede enmendarlo, lo tolera, pero se aflige. Por lo tanto, si te esfuerzas porque en tu casa nada malo se haga, en la casa de Dios, donde se encuentra la salvación, ¿deberás tolerar, en lo que de ti dependa, si algo malo encuentras? Si es un amigo, se le advierte con prudencia; si es tu mujer, repréndela con severidad; haz todo lo que puedas y según sea la persona que tengas a tu cargo (De Cons evang, 2, 67).

Los que venden en la Iglesia son los que buscan lo que les agrada y no lo que le agrada a Jesucristo, haciéndolo todo vendible, porque quieren ser pagados. Simón Mago quiso comprar la gracia del Espíritu Santo, porque se proponía venderla. Era de aquellos que vendían palomas, porque el Espíritu Santo apareció en forma de paloma; pero la paloma no se vende, se da gratis, porque se llama gracia (De Cons evang, 2, 67).

Se entienden por bueyes los apóstoles y los profetas que nos prepararon las Sagradas Escrituras. Y aquellos que engañan a los pueblos, de quienes esperan recibir honores con estas mismas Escrituras, venden los bueyes y venden las ovejas, esto es, a los mismos pueblos. ¿Y a quién los venden sino al diablo? Todo lo que se separa de la única Iglesia, ¿quién lo recibe sino el león rugiente que por todas partes ronda, buscando a quien devorar, según dice San Pedro? (1Pe 5,8) (De Cons evang, 2, 67).

El Señor nos dio a conocer todo esto cuando hizo aquel látigo de retazos de cordel y azotó a todos los que negociaban en el templo. Además, cada uno añade a sus pecados, una nueva malicia cuando comete esta clase de faltas, mas cuando los hombres sufren algo por sus pecados, reconozcan que el Señor hace como un azote de varios cordeles, y aun les advierte que muden de vida, porque si no, en el final oirán aquellas palabras: “Atadle de pies y manos” (Mt 22,13) (De Cons evang, 2, 67).

19. «Jesús les respondió: “Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.”» Lo resucitó su Padre en realidad, a quien se dice en los salmos: “Levántame y volveré a ellos” (Sal 40,11). Pero ¿qué hizo el Padre sin el Verbo? Por lo tanto, lo mismo que el Padre resucita al Hijo, Este resucita también, porque el Hijo había dicho: “Yo y el Padre somos uno solo” (Jn 10,30) (in Ioannem, tract. 10).

20. «Los judíos le contestaron: “Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”» Podemos decir que este número [6] responde a la perfección total del cuerpo del Señor. Cuarenta y seis veces seis hacen doscientos setenta y seis, que computándolo en días, forma nueve meses y seis días. Y la perfección del cuerpo de Cristo, con arreglo a las tradiciones que la Iglesia ha recibido de los antepasados, comprende precisamente esos mismos días, pues se cree que fue concebido y padeció el día octavo antes de las calendas [1] de abril, esto es, el 25 de marzo, y que nació en el octavo antes de las calendas de enero, que corresponde al 25 de diciembre; de una a otra fecha se computan doscientos setenta y seis días, que abrazan cuarenta y seis veces el número seis (De Trin., 4, 5).

Se dice también que la concepción humana procede y se perfecciona en esta manera. En los seis primeros días tiene un aspecto de materia láctea; conviértese en los nueve días siguientes en sangre; de aquí a doce días adquiere solidez; siguen otros dieciocho días, en los cuales se forma, hasta que los miembros adquieren la perfección de sus lineamientos, y en el tiempo restante hasta el parto va aumentando de volumen. Ahora bien, seis y nueve y doce y dieciocho, hacen una suma de cuarenta y cinco, a los cuales si se añade una unidad, tendremos los cuarenta y seis. Multiplicando esta cantidad por el número seis, que es la norma de esta ordenación, tendremos doscientos setenta y seis, esto es, nueve meses y seis días. No se dice, pues, sin razón, que se había construido en cuarenta y seis años el templo, que aquí significa el cuerpo de Cristo, porque el mismo número de años que se emplearon en el templo, tantos días se necesitaron para la organización del cuerpo de Jesús (lib. 83 Quaet, qu. 36).

Aunque el Señor tomó su cuerpo de la descendencia de Adán, no tomó su pecado; de él tomó el templo de su cuerpo, pero no la maldad, que había de arrojar de ese templo. Si se combinan cuatro nombres griegos: anatole, que quiere decir Oriente, dysis, que quiere decir Occidente, arctos, que quiere decir Norte, mesembria, que quiere decir Sur, tenemos las letras que forman el nombre de Adán [2]. Se dice que el Señor habrá de reunir a sus escogidos de los cuatro vientos de la tierra cuando venga el día del juicio. Las letras del nombre de Adán tienen este número, según los griegos, y allí se ve que el templo ha sido edificado en cuarenta y seis años. Tiene Adán, a que es uno y d que es cuatro, a que es uno y m que es cuarenta. Y así tenemos los cuarenta y seis. Los judíos, como eran carnales, todo lo interpretaban en sentido material, y Jesús habla en sentido espiritual; mas nos dio a conocer de qué templo hablaba por medio del Evangelista (in Ioannem, tract. 10).


Notas

[1] Las calendas eran el primer día de cada mes según el antiguo calendario romano.
[2] En latín: Adam.

Alcuino

13. «…Y Jesús subió a Jerusalén.» Leemos dos veces en el Evangelio que Jesús subió a Jerusalén: una en el primer año de su predicación, cuando San Juan no había aún sido llevado a la cárcel; de esta subida es de la que se habla aquí. Y otra en el año en que padeció. El Señor nos dio ejemplo respecto del gran cuidado que debemos tener acerca del cumplimiento de los preceptos divinos. Porque si el mismo Hijo de Dios cumplía los preceptos de la Ley, dictada por sí mismo, celebrando las solemnidades con los demás hombres, ¿con cuánto cuidado no deben prepararse y celebrar con buenas obras estas mismas solemnidades, aquellos que únicamente son siervos de Dios?

17. «Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.» El celo, cuando se toma en buen sentido, es cierto fervor del alma en que ésta se enciende, prescindiendo de todo respeto humano, por la defensa de la verdad.

El Señor entra todos los días en su Iglesia espiritualmente y allí atiende cómo se porta cada cual. Evitemos, pues, en la Iglesia las conversaciones, las risas, los odios y las ambiciones, no sea que viniendo el Señor cuando menos se le espera, nos arroje de su Iglesia a latigazos.

20. «Los judíos le contestaron: “Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”» Debe advertirse que no hablaban ellos de la primera edificación, que se hizo en tiempo de Salomón, que duró siete años, sino de la reedificación que se hizo en tiempo de Zorobabel, que duró cuarenta y seis, a causa de los impedimentos que les oponían los enemigos

22. «Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.» Antes de la resurrección no entendían las Escrituras, porque aún no habían recibido al Espíritu Santo que aún no les había sido enviado porque Jesús no había sido glorificado todavía. Mas en el mismo día de la resurrección, cuando el Señor se apareció a sus discípulos, les aclaró sus inteligencias para que comprendiesen lo que acerca de El estaba escrito en la Ley y en los profetas. Y entonces creyeron en las Escrituras, esto es, en los profetas que habían predicho la resurrección de Jesucristo en el tercer día, y en las palabras del Salvador, cuando dijo: “Destruid este templo”.

Teofilacto

15 «Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo…» Y no sólo echó a los que vendían y compraban, sino también lo que a éstos pertenecía. Por esto sigue: «Y las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas…», esto es, las mesas de cambio que eran como depósitos de dinero.

18. Como los judíos veían que Jesús hacía tales cosas con gran poder, y diciendo: “No queráis hacer la casa de mi Padre casa de negociación”, le piden una señal. Por esto le dicen: «Los judíos entonces le replicaron diciéndole: “Qué señal nos muestras para obrar así?”»

19. «Jesús les respondió: “Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.”» Y no se diga que los incite a que cometan un homicidio, diciendo “destruid”, sino que les da a entender que conoce lo que intentan. Oigan, pues, los arrianos [1], cómo el Señor es el destructor de la muerte, por cuanto dice: “Levantaré”, esto es, con su propia virtud.

20. Como los judíos creían que hablaba del templo inanimado, se reían de El. Por esto sigue: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»

21. «Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo.» De aquí nació la contradicción de Apolinar [2], que deseaba demostrar que la carne de Jesucristo era inanimada, por la razón de que inanimado era el templo. Luego hace la carne de Jesucristo semejante a la piedra y a la madera con las que se construye el templo. Pero si dice el Salvador, según San Juan: “Mi alma está turbada” (Jn 17,27), etc., y en otro lugar: “Tengo potestad para poner mi alma” (Jn 10,18); si nunca se dice esto respecto del alma racional, ¿cómo se interpretarán aquellas palabras de San Lucas: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46)? No podría entenderse esto en cuanto al alma racional, ni lo que se dice en el Salmo: “No abandones mi alma en el infierno” (Sal 15,10).


Notas

[1] Los arrianos sostenían que el Hijo es la primera y suprema criatura de Dios, creado directamente por Padre para crear por El todo el universo. El Padre le participa sus prerrogativas divinas como don por su fidelidad.
[2] Apolinar y sus partidarios decían que el Verbo Encarnado no había asumido plenamente la naturaleza humana, sino sólo su dimensión físico-síquica. La dimensión espiritual, la misma que comprendía el entendimiento, era asumida, según afirmaban, directamente por el mismo Verbo, Segunda Persona de la Trinidad. Algunos extremaron sus posiciones y llegaron a afirmar que ni la psiqué ni el cuerpo había sido asumido, sino que la divinidad se había transformado en ellos.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 22-23

16-17. «Y dijo a los que vendían palomas: “Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado”.» Llama Padre a Dios, y no se ofenden porque creían que decía esto por sencillez; pero como después lo dijo con más claridad, y dejaba conocer la igualdad, se enfurecieron contra El. Y San Mateo dice (Mt 21,13) que cuando los arrojaba les increpaba diciéndoles: “No queráis hacer mi casa cueva de ladrones”. Hizo esto cuando se aproximaba su pasión, y por eso usaba de palabras más duras. Mas lo que ahora dice San Juan sucedió al principio de su predicación, y por eso no usa de términos duros, sino suaves.

¿Pero qué fin se propuso el Salvador al obrar con tanta vehemencia? El que había de curar en día sábado y había de hacer muchas cosas que parecían contrarias a la Ley, hizo esto, aunque con peligro, para no aparecer como enemigo de Dios, dando a entender que aquél que en los peligros se expone por el honor que se debe a la casa de Dios, no menosprecia al Señor de ella, y por lo tanto, para demostrar su conformidad con Dios, no dijo “la casa santa”, sino “la casa de mi Padre”. Y por esto añade también el Evangelista: «Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.» [1].

18. «Los judíos entonces le replicaron diciéndole: “Qué señal nos muestras para obrar así?”»¿Pero acaso necesitaban de alguna señal para dejar de hacer lo que tan indebidamente hacían? ¿Acaso el estar poseído de este gran celo por la casa del Señor no era el mayor de todos los signos? Los judíos se acordaban de las profecías y sin embargo, pedían una señal, sin duda porque sentían que se interrumpiese su ganancia; ¡torpes! ¿Y querían por esto evitar que el Salvador procediese de tal manera? Sin duda querían moverlo, o bien a que hiciese milagros o a que desistiese de hacer lo que hacía. Por lo tanto, no les da señal alguna, como respondió más adelante a los que también se lo pidieron, diciéndoles lo mismo que a aquéllos: “Esta generación mala y adúltera desea una señal, pero no se le dará otra que la del profeta Jonás” (Mt 12,39). Pero entonces respondió lo mismo con más claridad; ahora se nos dice también, pero con más oscuridad: mas Aquél que se adelanta dando señales a los que no las piden, seguramente no hubiera rechazado aquí a los que las pedían, si no hubiese sido porque conoció su mala intención.

19. «Jesús les respondió: “Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.”» Y ¿por qué les da como signo el de la resurrección? Porque esto era principalmente lo que daba a conocer que Jesús no era un puro hombre; que podía triunfar de la muerte y destruir en poco tiempo su larga tiranía.

22. Dos razones había que se oponían a que los discípulos del Señor comprendiesen esto: una, la misma resurrección, y otra, que era la mayor, a saber, que era Dios el que habitaba en aquel cuerpo, y que el Señor estaba oculto cuando decía: “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”, etc. Y por lo tanto añade: «Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.»


Notas

[1] El celo de tu casa me come quiere decir que el afán por las cosas del Señor me colma y me impulsa.

 

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