El símbolo de la fe


Hoy san Cirilo nos presenta el Símbolo de fe que se profesaba en la Iglesia de Jerusalén en el siglo III.

Podemos apreciar que no es todavía el Símbolo Niceno-Constantinopolitano que es el que actualmente profesamos nosotros, aunque que no le falta casi ninguno de los dogmas de fe.

Algunas diferencias sustanciales:

– En el punto 2 dice “Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, Dios verdadero nacido del Padre antes de todos los siglos, por quien todo fue hecho.”, le faltaría la aclaración “luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre”.

– En el punto 3 dice “Apareció en carne y se hizo hombre de la Virgen y del Espíritu Santo.”, le faltaría la aclaración “que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo”.

– En el punto 4 dice “Fue crucificado y sepultado.”, le faltaría la aclaración “en tiempo de Poncio Pilato”.

– En el punto 5 dice “Resucitó al tercer día.”, le faltaría la aclaración “según las Escrituras”.

– En el punto 8 dice “Y en un solo Espíritu Santo Paráclito, que habló en los profetas.”, le faltaría la aclaración “Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria”.

Desde sus orígenes, la Iglesia cristiana ha expresado y transmitido su propia fe en fórmulas breves y normativas para todos. Estas síntesis de la fe fueron llamadas “profesiones o símbolos de fe”, porque resumían la fe confesada, profesada y testimoniada por los cristianos.

A partir del inicio del siglo IV se multiplicaron los sínodos locales y el uso normativo de las fórmulas trinitarias de fe se convirtió en una práctica común. Muchas fueron las formulaciones del Símbolo de la Fe utilizadas por las diversas iglesias cristianas de la época: Roma, Cesárea, Jerusalén, Antioquía, Éfeso, Constantinopla, entre otras.

La unificación del Símbolo de la Fe tiene su inicio con el Concilio de Nicea (325), se completa en el Concilio de Constantinopla I (381) y es oficialmente promulgada como el Credo oficial de los cristianos por los Concilios posteriores.

El Símbolo de la Fe debe ser el contenido fundamental de toda catequesis y de toda dogmática cristiana. Al decirnos quién es Dios para nosotros, reafirmamos la alianza nueva y eterna con Dios en Cristo Jesús en la fuerza del Espíritu Santo.

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