Dogma décimo: la resurrección


En este dogma décimo, san Cirilo trata el tema de la Resurrección.

Como podéis observar voy saltando puntos del libro de san Cirilo de Jerusalén que dejo para que vosotros los leáis y los meditéis, yo me estoy centrando en los puntos que considero más importantes para este resumen-catequesis que quiero hacer del libro. Seguro que este libro lo podéis encontrar por internet en formato pdf y también podéis comprarlo en Amazón.

Lo primero aclarar algunas cuestiones que creo que son importantes en nuestra fe:

– Son dogmas de fe (contenida formalmente en las fuentes de la revelación y propuesta infaliblemente como que debe ser creída): que todos los muertos resucitarán con sus cuerpos en el último día y que lo harán con el mismo cuerpo que tuvieron en la tierra.

– Son sentencias ciertas (deducida en sentido estricto de las fuentes de la revelación, mediante una verdad naturalmente cierta): que los cuerpos de los justos serán transformados y glorificados según el modelo del cuerpo resucitado de Cristo y que los cuerpos de los impíos resucitarán en incorruptibilidad e inmortalidad, pero no serán glorificados.

Es decir que en la parusía, la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo, después del juicio universal todos, tanto los justos como los malvados, vamos a resucitar nuestros cuerpos y se unirán de nuevo a nuestras almas. El cuerpo resucitado de los justos gozará de aquellas cualidades gloriosas del cuerpo de Cristo: impasibilidad, sutileza, agilidad, claridad.

Nuestra concepción antropológica de que el ser humano se compone de alma y cuerpo y que el alma está conformada para ese cuerpo y sólo para ese, de descarta la idea de otras religiones de la reencarnación, ya que el no seríamos el mismo ser humano, al no tener exactamente el mismo cuerpo y la misma alma. Es lamentable que entre los católicos también se crea en la reencarnación de las almas. Si hay algo que está relacionado con la resurrección es la unión alma-cuerpo. En la creación Dios crea al hombre y le insufla su aliento.

La resurrección de la carne comienza con la carne de Jesucristo. Cuando Jesús se aparece después de la resurrección a los apóstoles y le dice al apóstol Tomas que meta los dedos en sus llagas, es porque su cuerpo humano, con sus heridas de la cruz es el que ha resucitado, es la misma carne. Después, en sus otras apariciones aparecen estas señales de su cuerpo siempre (san Francisco de Asís, santa Teresa, santa Faustina).

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